Pero, hay situaciones en las cuales las circunstancias nos afectan sobremanera, al punto de volver nuestro juicio menos claro que la piel de 50-Cent después de la cama solar (?). Y si encima, esto te viene como regalo futbolístico de cumpleaños, es cuasi-imposible no derrapar en las aguas del triunfalismo exagerado. O, utilizando una genial expresión del Diego, hacer este post implica la segura posibilidad de barriletearla a más no poder.
Pero, que carajo, con lo que hizo la muchachada del nuestro es difícil no irse a la-puta-que-lo-parió.
¿Que Ben Hur es el peor equipo de la zona, quizá, y hay grandes chances de que el año que viene tenga que jugar contra Sportivo Las Parejas? Seguro, eso es innegable, como el hecho de que el tercer gol fue casi una copia exacta del segundo (taco previo al centro incluido), y de que el cuarto gol nos muestra la imagen más lastimosa que pueda pensarse en un equipo: sin comunicación entre las líneas, con un arquero sumamente decente como Bossio, pero unos defensores DESASTROSOS, que el club rafaelino está fundido por donde se lo mire, etc...
¿Que Patronato, hasta el momento, había demostrado poco y nada del gran potencial del equipo y sus jugadores? Claro que si, también. Exceptuando el primer tiempo del partido contra 9 de Julio, y buena parte del partido contra Santamarina, el equipo de Fuentes no convencía demasiado: mucho trato de balón, pero escasa ofensividad, desatenciones defensivas graves, poca comunicación interna, un rendimiento físico mediocre. Y un Jara más pelotudizado que nunca.
Pero es innegable que lo del equipo el viernes fue para aplaudir, e ilusionarse como nunca.
Porque en todo momento Patrón fue el dominador del juego. Y después llegó lo sublime, el fútbol arrasador.
Porque cuando Ben Hur intentó despertarse, entre el mediocampo y la defensa, demostraron concentración, temple y técnica, para ser buen pie de un gigante lanzado al ataque.
Porque el pibe Goró tuvo un debut soñado, demostrando no sólo entrega absoluta, si no además tranquilidad y buen juego, y demostrando que Prono y Ferrero tienen un nuevo competidor, en eso de ser los patrones del mediocampo.
Porque Ferrero volvió a hacer fútbol.
Porque el Pipo Echague cada vez se adapta más al doble cinco, que tanto le costó.
Porque entre Espínola y Devallis, tuvimos fiesta y magia en ambos carriles.
Porque la Muda volvió a su gran amor, el gol. Cuando el convierte, es porque las cosas están bien.
Porque Jara lentamente va recuperando nivel, aunque aún le falte.
Porque Leclerq se sacó la mufa.
Y sencillamente, por los siete goles.
Por eso nos ilusionamos. Por eso sentimos que, finalmente, a un gran equipo, le sumamos un gran trabajo técnico detrás.
Ahora, sólo queda esperar a que llegue el miércoles, a que el club fantasma de Juventud nos visite, para que el equipo pueda demostrarnos que esto no fue sólo una fantasía, si no una bella realidad.
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